domingo, 25 de octubre de 2015

San Gregorio – Castañar del Tiemblo

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El Castañar de El Tiemblo
"El bosque mágico de los cuentos "

 

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La senda de San Gregorio, al Castañar del Tiemblo

Uno de los bosques más bellos de castaños en Europa está en El Tiemblo. En la abulense Reserva Natural del Valle de Iruelas se encuentra un inmenso castañar colmado de majestuosos ejemplares de castaños que se funden con robles, alisedas, avellanos, pinos y acebos. Una senda que nos sumerge en un soñado bosque de colosos que resulta casi exclusivo en su especie.

clip_image001Parece impensable que a tan solo 45 kilómetros de Ávila se encuentre un bosque de fábula, donde se podrían recrear miles de leyendas entre sendas cuajadas de castaños. En él, los espigados ejemplares se alzan solemnes, casi rozando el cielo de la increíble reserva natural, ubicada en estas antiguas tierras castellanas. Antes de comenzar la ruta merece la pena un paseo por la localidad de El Tiemblo para visitar la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, curiosa por su torre del siglo XV y por no estar concluida, ya que casi todos

los canteros de la época fueron reclutados para trabajar en el Monasterio de El Escorial. También es interesante la barroca ermita de San Antonio de Padua, una de las primeras dedicadas al santo, que es el patrón de El Tiemblo.

Tampoco hay que perderse los Hornos de las Tinajas, de principios del siglo XIX, que fueron construidos para cubrir la gran demanda existente en la época, cuando Carlos III autorizó la plantación de viñedos con el objetivo de acabar con el paro. Al parecer son exclusivos en la provincia de Ávila, donde se levantaron al menos cinco hornos. Tras un breve paseo por El Tiemblo, nos encaminamos de nuevo hacia la gran rotonda, la última antes de la salida a la carretera, donde nos desviamos a la derecha para encontrar fácilmente la indicación hacia la Senda del Castañar. Cruzamos la urbanización Buenavista y, a la salida, aparcamos el coche y empezamos la ruta.

La subida es suave por una pista ancha y cómoda, de unos siete kilómetros de longitud. Durante el ascenso disfrutamos a nuestra derecha de un magnífico bosque de pino resinero, donde pastan las famosas reses de Ávila, y a la izquierda, de la espectacular panorámica de la garganta del Yedra, siempre acompañados por las melodías de las muchas colonias de aves que viven en el pinar. El inicio es de asfalto, pero enseguida, casi a la altura del encantador paraje donde se alza el monumento dedicado a Félix Rodríguez de la Fuente, empieza la pista de tierra.

El naturalista rodó en este paraje documentales sobre el buitre negro, una impresionante rapaz en vías de extinción, aunque afortunadamente en esta zona habitan aún unas setenta parejas. Ascender por esta pista forestal es una delicia. Al final, después de algo más de siete kilómetros, llegamos al puente de piedra para

cruzar el arroyo de la Garganta, por el que entramos en el área recreativa El Regajo, una pradera perfecta para descansar de la subida y reponer fuerzas antes de adentrarnos en la Senda del Castañar.

Una arboleda de fantasía

A la derecha de la zona recreativa de El Regajo, en una ligera bajada cruzamos el pequeño puente de madera que nos adentra en la Senda del Castañar, un espléndido vergel de árboles y agua. Iniciamos la senda en paralelo al arroyo del Castañar, donde en la entrada existe un joven robledal, y, nada más superarlo, empezamos a contemplar abedules, cerezos silvestres y avellanos.

El camino asciende ligeramente y, tras unos metros, comenzamos a ver el majestuoso bosque de esbeltos y longevos castaños, que se alzan infinitos hacia el cielo. Mientras bordeamos el monte con desniveles suaves, llegamos a la fuente de los Cazueleros, donde encontramos una bifurcación y tomamos el camino de la derecha. Descendemos por una suave bajada, para cruzar el pequeño puente de madera sobre el arroyo del Castañar. A partir de aquí continuamos, ahora en subida, entre magníficos ejemplares, pisando una lujosa alfombra de hojas y amenizados por el increíble sonido del silencio.

clip_image003Al final de la pendiente llegamos a una explanada donde el bosque se abre y encontramos a la derecha el acogedor refugio de Majalavilla. El albergue, que casi siempre tiene leña en el exterior para encender su chimenea, está ubicado en un enclave privilegiado, sito en un conveniente cruce de caminos. Al parecer, a mediados del siglo pasado muchos tembleños pasaban largas temporadas en el monte trabajando como pastores, agricultores o madereros, y para que pudieran guarecerse se construyeron seis albergues en lugares estratégicos de la montaña. Este es el más grande y el mejor

conservado, y en su interior tiene pinturas de colores muy vistosos. Dejamos Majalavilla a nuestra derecha y descendemos por el camino hasta encontrar un pino resinero, provocador por su considerable tamaño, bien alimentado por el nutritivo sustrato de la zona, donde los pinos pueden llegar a alcanzar más de 40 metros de altura.

El abuelo del castañar.

Un poco más abajo, a menos de cien metros, llegamos al Abuelo, el coloso de la senda, el señor del bosque, el soberano de savia lenta que reina en esta arboleda. El Abuelo es un castaño monumental de más de 500

años, con 19 metros de altura y más de trece de diámetro. A pesar de estar totalmente hueco, siempre rebrota en los meses de primavera. A su alrededor, a modo de simbólica protección, lo guarda una valla de madera, y un original cartel de la concejalía de Medio Ambiente anima a los visitantes a que lo respeten. Cuentan los mayores del lugar que en su interior se podían resguardar grandes rebaños de cabras. Su tacto, su madera, su ubicación y su inmensidad seducen, sin lugar a dudas, a cualquier visitante

Después de disfrutar del longevo coloso, reanudamos el camino. Entre la arboleda, divisamos a la derecha la garganta de la Yedra, mientras nos adentramos en una de las zonas más solitarias del bosque mágico. Estamos en un área deliciosa por su frondosidad y por el tintineo del agua del arroyo. Su sonido y sus continuos saltos de agua embelesan al caminante y casi invitan a bajar al margen del río, que tiene un agua tan limpia que lo convierte en un paraíso para truchas y nutrias. Aquí los centenarios castaños se mezclan con los robles y forman un increíble contraste de colores y texturas. Guiados por el Yedra, llegamos a la plácida pradera de Garrido, donde el bosque se abre.

Muy codiciado por los romanos.

En la llanura encontramos una bifurcación y tomamos el camino de la izquierda, donde, después de atravesar un pequeño rebollar, llegamos al paraje conocido como el Castañar del Resecadal. Este rincón está cuajado de robustos troncos, de copas amplias y redondeadas, que acumulan en sus inmensos pies sus frutos, envueltos por unas cúpulas espinosas en forma de globo. Estos gigantes tienen una edad media de 150 años, aunque hay ejemplares que pueden vivir hasta un millar de años. A través de la historia, el castaño ha sido un árbol muy cotizado, sobre todo en la época de los romanos, que le dieron gran importancia como alimento para los ciudadanos y las tropas, por lo que se cree que promovieron su plantación y distribución.

Mientras subimos, tenemos una atractiva panorámica del macizo de Gredos y de la garganta de la Yedra. En esta parte del sotobosque, gracias a la excelente calidad de la tierra, conviven con el castaño saúcos, fresnos, cerezos silvestres, olmos, acebos, avellanos y majuelos, toda una tentación para ardillas, jabalíes, jinetas o corzos. Algo más adelante encontramos el castaño Codao, singular por un viejo tronco central que, aunque ya muerto, genera rebrotes que crecen con fuerza.

Desde aquí empezamos el descenso por un camino sinuoso y con gran pendiente, donde llaman la atención las enormes rocas graníticas que salpican las márgenes del sendero. Continuando por la pista, salimos a otra bifurcación donde continuamos, por la derecha, hasta llegar al puente por el que entramos a la Senda del Castañar. Tras cruzar de nuevo el puente, salimos al área de El Regajo y comenzamos el descenso de unos siete kilómetros hasta El Tiemblo.

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La actividad de Senderismo es gratuita, el único importe a abonar es en concepto de desplazamiento.

"El Club de Senderismo Santa Marta K-mina comunica a sus socios y participantes en las actividades programadas que tanto el club como los organizadores no asumen ninguna responsabilidad en caso de accidente. Los socios y participantes actúan bajo su exclusiva responsabilidad y cualquier gasto que se ocasione ante algún accidente o evacuación, es cargo exclusivo del excursionista, recomendando a todos los socios y participantes la posesión de la Licencia Federativa, cuyo seguro cubre estos riesgos. El hecho de asistir a las salidas presupone la aceptación de esta cláusula. Quienes no la acepten, se abstengan de realizar dichas actividades."

jueves, 1 de octubre de 2015

Faedo de Ciñera

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Características

  • Tipo: Ida y vuelta
  • Dificultad: Baja
  • Señalización: Señalizada
  • Distancia: unos 5 kilómetros
  • Desnivel acumulado 300 m

 

EL FAEDO DE CIÑERA

El Faedo de Ciñera es un pequeño bosque formado fundamentalmente por hayas situado en la localidad de Ciñera de Gordón, municipio de La Pola de Gordón, en la provincia de León. Se engloba dentro de la Reserva de la Biosfera del Alto Bernesga, y ha sido reconocido como el Mejor Bosque de España en 20081 por el Ministerio de Medio Ambiente y la entidad Bosques Sin Fronteras, por su cuidado y preservación de la naturaleza íntegra y en especial por la implicación de los propios vecinos en su conservación.

Esta ruta comienza en la localidad de Ciñera de Gordón (León), situada en la vertiente sur de la Cordillera Cantábrica, en el curso alto del Bernesga. Llegamos a Ciñera a través de la N-630. Una vez atravesado el pueblo y su plaza, nos dirigimos por el Paseo del Faedo hacia el cementerio, donde comienza un camino de tierra prácticamente llano que nos lleva en dirección Este a una “boca mina” situada a la derecha del camino. Se trata de una antigua entrada a una mina de carbón hoy abandonada, que se ha acondicionado como museo donde se muestran herramientas que los mineros empleaban en las galerías.  La minería tuvo gran importancia en la comarca de Gordón desde mediados del siglo XIX, aunque hoy está en decadencia.

Más adelante, llegamos hasta una casa abandonada. El camino desciende ligeramente hacia la izquierda y nos encontramos con un puente de piedra de un solo arco sobre el Arroyo Villar. El sendero se vuelve más rocoso e irregular.

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Una vez superado el puente de piedra, aparece a nuestra derecha una explanada acondicionada como área recreativa con bancos y mesas de merendero, a la que se accede cruzando el arroyo por pequeños puentes de madera. Podemos disfrutar de las vistas de las laderas de las montañas que forman el valle.

Siguiendo el sendero, llegamos en poco tiempo al Faedo (Hayedo), señalizado mediante carteles informativos que narran leyendas de brujas y hadas. Atravesando un prado y más adelante, a través de otro puente de madera, nos internamos en el bosque de hayas guiados por el sendero.

El Faedo de Ciñera es un bosque donde predominan las hayas centenarias de hasta 30 metros de altura. Tiene un estado de conservación excelente aunque es muy frágil. En primavera y otoño este frondoso y enigmático hayedo adquiere su mayor belleza y colorido.

El Faedo fue declarado en 2007 el "Bosque mejor cuidado de España", por el Ministerio de Medio Ambiente y la O.N.G "Bosques sin fronteras".

En el corazón del bosque, atravesado por el Arroyo del Villar, descubrimos una de las hayas más antiguas, denominada “Fagus”, con una edad estimada de 500 años y más de 6 metros de perímetro en la base. Fagus está catalogada como uno de “los 100 árboles más singulares de España”.

Al final del hayedo, la frondosidad de la vegetación deja paso al roquedal y llegamos hasta otro puente. Después de cruzarlo, la ruta se complica, siendo necesario apoyarse para avanzar entre las rocas. Se trata de las Hoces del Villar, un estrecho desfiladero que comunicaba Ciñera con el pueblo de Villar del Puerto, utilizado antiguamente por los mineros para bajar a las minas de Ciñera de Gordón.

En este punto antiguamente existía un puente de palos que ayudaba a salvar este desfiladero, donde varios mineros perdieron la vida víctimas de los aludes.

Avanzamos a través de la garganta que forma el Arroyo Villar mediante una pasarela de madera y acero enclavada en la roca que sustituyó en 2005 al viejo puente de palos y hoy permite salvar el paso del cañón y disfrutar de sus vistas.

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La pasarela desemboca en una sucesión de torrentes de agua y cascadas que forman pozas o piscinas naturales denominadas “Marmitas de Gigante”, originadas por la caída del agua sobre la roca y la disolución química del lecho de caliza. Aquí termina la ruta del Faedo de Ciñera, aunque existe la posibilidad de prolongarla hasta llegar hasta las poblaciones de Villar del Puerto y La Vid de Gordón, con una distancia total de 11 kilómetros.

Ruta de los calderones

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 Características

  • Tipo: Circular
  • Dificultad: Moderada
  • Señalización: buena
  • Distancia: unos 13  kilómetros
  • Desnivel acumulado 611 m

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Ruta de los Calderones

Comarca: Cuatro Valles - Cantábrica Leonesa

La ruta se inicia en Piedrasecha, para tomar enseguida una vereda casi paralela al río. Destaca una gran roca silícica, muy llamativa por los líquenes amarillentos que la colonizan, es El Serrón. Pronto se llega a la Fuente del Manadero y un poco más allá, la Cueva de las Palomas alberga una sencilla Ermita rupestre que custodia la imagen de Nuestra Señora del Manadero. Su romería se celebra el último domingo de julio, congregando a vecinos de toda la comarca.

Al seguir avanzando, pronto se observa que el río ya no fluye en superficie, sino que su circulación es subterránea, fenómeno característico de los terrenos de naturaleza caliza. Así se cruza todo el desfiladero, con paredes verticales que en algunos puntos casi llegan a tocarse. El camino progresa sobre el antiguo lecho del arroyo, entre cantos rodados y marmitas de gigante. Cuenta un pastor que una vez, una corza perseguida por los perros, saltó de un lado a otro del desfiladero, así de angosto es el paraje.

La ruta termina en una cancilla que separa los terrenos de Piedrasecha de una finca particular. A partir de este punto se puede optar por volver por donde se ha subido o continuar hacia Santas Martas y las Vegas del Palomar.

Al salir de Los Calderones, bosquetes de mostachos, escuernacabras y robles en las laderas, contrastan con las salmueras que acompañan al arroyo, que de nuevo vuelve a discurrir en superficie. Es el Monte de la Ribera, donde antaño se producía cal en los caleares o caleros.Desde Santa Martas, el camino ya sin señalizar, continúa ascendiendo poco a poco para salvar el desnivel hasta el Collado del Fito. El paisaje es completamente diferente y, al ir ganando altura, las vistas se hacen muy hermosas. El último repecho tras el collado, conduce a las Vegas del Palomar, amplia depresión tapizada de pastizales a la que antaño subían los ganados trashumantes. Estos puertos estuvieron arrendados en 1750 al Monasterio de Guadalupe en 3.050 reales.

En la Vega vuelve a hacerse patente la acción del karst, forma de erosión de la caliza por la acción combinada del agua y el CO2 atmosférico, siendo perceptibles grandes hoyos a modo de dolidas o sumideros en toda su extensión.

clip_image006Punto de Interés Geológico.

Los Calderones están considerados como Punto de Interés Geológico, catalogado con el número PIG 35 en el atlas del Medio Natural de la Provincia de León. Las calizas tienen su origen en sedimentos depositados desde hace 360 millones de años, en un antiguo mar que cubría toda la zona. Los diferentes estratos se depositaron horizontales, pero hoy los vemos con distintas inclinaciones e incluso verticales. Por diversos avatares geológicos, estas formaciones fueron plegándose y replegándose, se elevaron, sufrieron fallas y fracturas y se erosionaron por la acción de distintos agentes externos, hasta presentar su aspecto actual. El fuerte repliegue de los estratos en los Calderones, indica que esta zona se encuentra próxima al núcleo de un gran pliegue, sólo visible desde el aire, el sinclinal del Alba.

Pliegue
Hoy, los Calderones muestran un aspecto que no siempre fue así, sino que pueden considerarse el resultado de la acción combinada sobre la caliza, de la fuerza mecánica del agua y de la disolución kárstica. El arroyo de Los Calderones ha ido esculpiendo el desfiladero gracias a la enorme energía que desplegó en época de crecidas, que fueron excavando durante miles de años el valle. Asociado a la acción erosiva del arroyo se manifiesta el karst o disolución de la caliza, potenciando la formación de numerosas simas, cuevas y galerías subterráneas que permiten la filtración del agua y su circulación bajo la superficie. Hoy Los Calderones pueden considerarse un antiguo lecho seco, circulando el agua casi siempre subterránea, aflorando en superficie sólo en puntos concretos.

Santas Martas, un pueblo en la memoria

Tras cruzar Los Calderones, el valle se abre en una amplia vega, donde quedan apenas una cabaña y un redil de piedra. Se trata de Santas Martas. Antaño hubo en este paraje un pueblo con una abadía, a cuya ermita parecen corresponder los restos que aún hoy quedan en pie. Ahora, la vega se aprovecha como pastos de verano para el ganado. Cuenta la tradición que el pueblo entero murió tras comer la caridad dominguera a causa de una “vacaloria o vaquiruela”, que contaminó la masa del pan que se repartía en la misa. La noche anterior, una de las vecinas fue a por agua al arroyo, alumbrada apenas con la luz del candil; al coger el agua, cogió sin darse cuenta la vacaloria (como en la zona son conocidas las salamandras) y, al amasar el pan, lo envenenó. Tan solo se salvó una vieja que, postrada en cama no pudo asistir a misa, siendo la heredera de todos los bienes y terrenos del pueblo. A Santas Martas siempre se llegó por el Collado del Fito, desde Santiago de las Villas o desde los Barrios de Gordón. El paso por Los Calderones se arregló a mediados del siglo XX, dejando una especie de calzada que permitía el tránsito de camionetas, dicen los más viejos que rusas, para una explotación de madera. Hace años hubo una gran tormenta y se originó tal riada, que se llevó por delante todo lo que el hombre quiso controlar. ¡Por algo los de Santas Martas usaban siempre otro camino!

La vida en roqueros y canchales

Dominado por formaciones calizas, este mundo de roca puede, a primera vista parecer inerte. Nada más lejos de la realidad. Paredes verticales a modo de farallones y canchales o derrubios son poblados por comunidades altamente especializadas, que han desarrollado curiosas adaptaciones para sobrevivir en este ambiente hostil. En las gargantas el viento se acelera, provocando un efecto desecante que genera un microclima más seco que el de su entorno.
Entre las paredes verticales anida el Treparriscos. Es una de las aves mejor adaptadas a estos ambientes, rebuscando con su pico largo y curvado entre las griegas y fisuras de la caliza, las larvas e insectos de los que se alimenta. De tono gris ceniciento, despliega toda su belleza al abrir las alas, de un intenso rojo bermellón. Común en estos ambientes es la Apolo, una de las mariposas de montaña más llamativas, gracias a sus ocelos rojizos y negros, muy vistosos sobre las alas blancas.